
MADRE POR MADRE
Manos de encina vieja
con raíces de sangre,
temblando en las ondas
que el peine arrastra
en la cabeza de luna llena.
Te recuerdo madre sombra,
de pensamientos libre
y manos raíces.
Heredé esas raíces,
el tiempo roto que las acoge
y la radio amarga de la guerra.
Guardo aún el frío viejo de la casa,
quedaba en los rincones del miedo
desde los tiempos de las balas.
Te recuerdo madre por madre,
de cuerpo escaso
y negro pasar.
Estaba el día tejido
de silencio cálido
y la noche, entre algodones,
era de todos
menos de ti.
El tiempo iba de paseo
entre lilas y geranios,
venía de las mantas ásperas
a las brasas del calor,
rodeaba el pozo fresco
con las manos lavadas.
Te recuerdo madre por madre
de manos mínimas
y mínima expresión.
Miro todavía el reloj
que ya no anda;
los pendientes
que ya no cuelgan;
la radio
que ya no habla
y estas manos
de tus manos heredadas.
Queda esto y todo,
el resto era un gesto:
ya nos queda poco.

LA MUJER POLISÉMICA
La mujer polisémica discurre con la noche
por las bocas de metro,
colándose en los pasadizos subterráneos
en busca de sus significados perdidos.
Sube con los pies mudos al autobús
para bajarse descalza en todas las paradas
y acechar, como el búho,
todos los conceptos a la redonda.
Los destinos de sus amores son tan inciertos
que cabalga de espaldas en cada encrucijada
para persuadirlos de sus desvaríos y viceversa.
A veces, los personajes de sus escenas cotidianas
son ariscos y, otras, se diluyen en su carne.
Sometiendo su voluntad,
la actriz se deja arrastrar
por el fervor de esos hijos de las entrañas.
Todos la aman y la destruyen al cincuenta por ciento.
Mujer política
polícroma
polisílaba
poliédrica
polinómica

ÁRBOL
Seré un árbol
con una grieta de luz cada temporada,
de hojas caducas, bailonas, perezosas...
de plumíferas ramas largas hacia el cielo.
Con el tronco fino,
que pase el viento por su talle
¡viento, viento...!
limpiando la corteza,
y lo abrace como la rémora, a mordiscos leves.
Clavaré las raíces en el suelo
como uñas en la tierra
bebiendo la leche materna
de todos los muertos.
¡Un árbol de luz, de ramas azules,
de hojas al aire, de raíces tenaces!
Tomo agua para nacer,
aire para seguir,
luz para ver,
tierra para vivir.
Soy un árbol genealógico
surgido por el rayo,
de la semilla materna
en la tierra enterrado.
Libre, sin amo, libre
ni designios esperados,
agitándose en el bosque
como dos enamorados.
Árbol de sueño, de música,
de muerte y vida
quiero ser un árbol;
con ese latir rezagado, escondido,
de los muertos recordados;
con la piel suave
para brillar por la noche
como los camposantos.
Si me quieren los pájaros,
soy más libre por alado
¡qué me piquen y me canten las canciones,
qué yo bailo!
Tomo agua para nacer,
aire para seguir,
luz para ver y
tierra para vivir
en paz de árbol
para la sombra y el descanso.

EL EMPUJÓN
No supe lo que era un poema
hasta que me empujaste
por la escalera.
Me rompiste el alma,
una brecha en la razón
y dos vidas de sutura:
la real y la de ficción.
Me dejaste manca, coja y ciega
pero sobre todo muda,
boquirrota de dolor.
Con mis labios sin sonidos
no podré besarte, amor;
con mis ojos sin mirada
no podré mirarte, amor;
con mi brazo sin abrazo
no podré abrazarte, amor;
con mi pierna sin pisada
no podré seguirte, amor;
con mi lengua sin palabras
no podré decirte, adiós.

DIVERGENTE
Dime, si puedes, un significante
hueco de pensamiento
o una mueca vacía de concepto.
Te regalo unas ideas sin un bolsillo
donde olvidarse;
pero es un regalo sin envoltorio
para recibir en noche de tormenta
en mitad de la playa
donde llega una balsa como cucharada
comida por las olas,
sin seres de otra galaxia;
o para aceptar en cualquier alfombra
sobre los tejados de púas afiladas
o para celebrar un banquete imperial
con esqueletos sin esquela.
Son divergencias sin estridencias,
moscas muertas en un aplauso.
Dame, si puedes, un hueso
despellejado a besos
o un pellejo descarnado con caricias.
Te envío otros latidos sostenidos
por un corazón sin coraza
para que no pierdas el ritmo
y un huevo huero, con cáscara sin afectos
para que contemples un cráneo
falto de ojos amantes.
Son divergencias sin estridencias,
las migas del fondo del vaso.
INSURGENTE
La pesadilla es la insurgencia del sueño,
un gato rabioso que se espanta por la noche
al olor del miedo.
Se mueve en las entretelas
con los toros corredores
y las ovejas muertas.
El sexo es la insurgencia de la carne,
la emergencia del amor vasallo
a las órdenes del desconsuelo.
Se entrelaza en el hueco de la mano
con la lluvia de ceniza
de los dedos calcinados.
La marea es la masa insurrecta
trepando por la escalera de la playa
con bocaespuma de palabras.
Arrastra iconos perdidos de los barcos piratas,
arroja granos de sal a las lenguas azucaradas.
La escalera de las delicias
es la rebelión de los muertos.
Disfrutan del clandestino vaivén
entre los mitos y los ritos,
gozan del paraíso del caos,
del perpetuo paseo por los mares de Jauja.

CONVERGENTE
La boca en el vaso,
la suela en el zapato,
convergen.
El poeta, converso libre,
suma los caminos que llevan a Roma,
ora et labora.
El botón en el ojal,
el río en el mar,
convergen.
El traje marinero navega,
sobre la sal, un cuerpo a la deriva.
La aguja en el hilo,
la navaja en el filo,
convergen.
La piel cosida deja cicatrices
al borde del precipicio.
El lápiz en el papel,
la vejez en la niñez,
convergen.
La fortuna caprichosa rueda
como cara y cruz de una moneda.
Los lazos en los cordones,
los pies en los talones,
convergen.
Las pisadas sellan las huellas
de los pasajeros en las sendas
y los destinos.
El poema con verso libre
aúna lo que nunca digo
a nadie.

